lunes, 10 de diciembre de 2007


Dafne es una chica de costumbres y manías asentadas, a quien le gusta el olor a frío pero no soporta la humedad de la madrugada en otoño.
Solía caminar entre las caducas hojas desprendidas, jugando a no pisarlas. Le gustaba derrochar el tiempo en travesuras, y detenerse a contemplar cómo ascendía el nítido vaho que emanaba de su boca, deleitándose con el contraste que producía en la oscuridad las noches cerradas.
Entre su apacible rutina, le maravillaba sentarse en el anticuado pero íntimo sofá de su habitación, acomodada bajo una carismática manta, obsequio de antaño. Allí, iluminada tenuemente por una débil bombilla al borde de la expiración, desgastaba sus libros, se dejaba abstraer por la música, o lloraba la ausencia/carencia de demasiadas cosas.
No le agradaba el altruismo, por la cruda razón de que nunca había estado más conforme con la idea de que todo acto se lleva a cabo por un inciso de egoísmo.
Ella sin embargo, no era así.
Recortaba cuidadosamente las entradas de museos, conciertos, teatro, cine, postales, fotografías; todo lo que, en alguna medida le hiciese saborear de nuevo cada una de esas “piezas de arte” de las que había podido disfrutar.
La gente se extrañaba, preguntándose cómo una niña como ella podía ser a la vez tan viva y marchita al mismo tiempo. Tanteaban las preguntas que debían hacerle. Como si de una esencia se tratase, una fragancia que se llegaría a difuminar en un soplo de aire.
Ella sin embargo, no era así.

1 comentario:

Rodrigo dijo...

¿Esto es por la fiebre?